El día de hoy inicia con la constatación de María Magdalena y su primer anuncio a Pedro y a Juan:
“Jesús no está en el sepulcro”. Esto es real: no está, están las vendas y el paño que habían colocado sobre su cabeza, pero Jesús no está allí. Todos los relatos de los evangelistas, siempre transmitirán de muchas maneras el testimonio de los apóstoles: “Dios lo resucitó al tercer día y le concedió que se manifiestase, no a todos los pueblos, sino a los testigos elegidos de antemano por Dios, a nosotros que comimos y bebimos con él...” Hch 10,40-42.
¿Qué fuerza ha producido tal cambio en los Apóstoles, que de cobardes, ahora gritan en las plazas que Jesús está vivo? ¿Qué hizo posible que un celoso fariseo como Pablo se convirtiera en un coloso misionero del evangelio de la resurrección? No está en el sepulcro, cómo va a estar allí “si Dios estaba con él” Hch 10,38c. A quien fue bueno, pasó haciendo el bien y curando a tantos oprimidos por el demonio, Dios no lo pudo dejar en el lugar de los muertos, pues Dios es fiel: “es bueno y es eterna su misericordia” Sal 117. La resurrección del Señor es una experiencia íntima y personal afincada en Jesús, que siempre manifestó confianza en su Padre, el Dios de la vida en abundancia.
Es una experiencia íntima pero a la vez comunitaria; María Magdalena no se queda con ella, la comunica a Pedro y a Juan, ellos a su vez la manifestarán a sus comunidades. El camino es personal, es un íntimo encuentro con el resucitado, que con su Espíritu inserta a la comunidad de creyentes en una experiencia de vida y esperanza real, pero difícil de expresar.
Para creer en la resurrección de Jesucristo, sus creyentes no tienen que evidenciar pruebas científicas, ni inventar nada extraño, porque es el resucitado el que enciende el corazón y la inteligencia de sus discípulos para que crean y se den cuenta de que no puede morir quien es fiel a Dios y lleva a plenitud el reino de su Padre. Es necesario recordarlo, hacer presente en sus corazones sus palabras y acciones ¡La huella que dejó el Maestro en sus discípulos no la puede borrar de un tajo una piedra de un sepulcro por más grande y pesada que sea!
Por eso, desde ese instante en que María, Pedro y Juan entran el sepulcro vacío, empiezan junto con la comunidad de los primeros creyentes una nueva experiencia de vida, un replanteamiento total de su relación con Dios, y una certeza absoluta de que el Dios de Jesús cumple sus promesas, Él tiene la última palabra, la definiva, sobre todo incluyendo el mal y la muerte. No había lugar a dudas, Jesús nunca dudó en su Padre, ni siquiera cuando todo estaba perdido él claudicó, “por eso Dios lo ha constituido juez de vivos y muertos” Hch 10,41 b. El camino que el Padre hizo en Jesucristo y que ahora el Señor hace con sus primeros creyentes, hay que hacerlo con toda la humanidad. Hay que predicar, es necesario anunciar, ¿sino cómo van a ver y a creer en el resucitado? Hasta el día de hoy el Espíritu de Cristo resucitado toca el corazón de todo hombre que entra al sepulcro y se da cuenta de que la verdadera felicidad radica en el Reino de Jesús que lleva a ser radicales en el servicio, la austeridad y la fraternidad. Te invito a que en esta pascua camines con la Iglesia que siempre da testimonio de su Señor resucitado. Lánzate a la aventura de conocer más a Jesús, déjate seducir por su fuerza arrolladora de amor y entrega. Sin que te des cuenta te impregnarás de la pasión de Jesús por el Reino de su Padre. Tu vida cambiará, como se la cambió a los primeros cristianos, como se la ha cambiado a tantos a lo largo de la historia y como me la cambió a mí. Yo sólo puedo decirte que Jesucristo está vivo, yo doy testimonio de ello, no encuentro otra fuerza que pueda mover mi vida, que la fuerza vivificadora del Resucitado. Desde que he descubierto a Jesús en mi vida, aun con las dificultades propias de mi debilidad, pecado y limitaciones, experimento siempre una alegría profunda, indescriptible, que nada antes me había dado; es la alegría sobrenatural que acompañará siempre a sus discípulos y que se expresa de manera especialísima en estos cincuenta días de pascua. Gracias por leer esta homilía, gracias por caminar con todos los creyentes en la alegría de la pascua. Deja al Señor que viva en ti, realmente te transformará.
-Padre Ramón Zambrano-